Estoy leyendo "Out of Control" de Kevin Kelly. No es un libro fácil, los conceptos de acumulan y los ejemplos son muy plásticos. En fin, un gran libro que recomiendo leer con paciencia. No creo que sea bueno leerlo de una sentada. Su extensión y densidad no lo recomienda.
En su libro Kevin nos habla de la capacidad de los insectos –con un cerebro pequeño capaz de realizar solo unos cuantos actos más o menos reflejos- de combinarse en cantidades ingentes para convertirse en verdaderos entes superiores que "parecen" pensar. Tanto el hormiguero como el panal de abejas o su enjambre, son una muestra de ello. Se trata del poder "tonto" del individuo convertido en "listo" por la interacción de miles o cientos de miles de dichos individuos.
Es por eso que quiero aplicar alguno de los conceptos de Kevin Kelly a reflexiones sobre la nanotecnología. A medida que esta ciencia microscópica consiga sus primeros éxitos, millones de componentes podrán ser programados actuar en grupo dando paso a soluciones complejas. Igual que un hormiguero o un enjambre de abejas.
La nanotecnología es, sin duda, la ciencia que más "elementos" individuales va a generar en los próximos años. No hablaremos de tragarnos una píldora para el dolor de cabeza, nos tomaremos una cucharada de 100.000 millones de moléculas especializadas en buscar lugares con tensión en nuestro cerebro y relajarlos. Como en el caso de las abejas o de las hormigas, cada molécula no será capaz más que de una docena de acciones previamente programadas en su genética. Sin embargo, juntas por millones, serán capaces de realizar tareas comparables a las hoy realiza el mejor cirujano neurológico del mejor hospital del mundo.
Kelly nos cuenta como, ya en estos momentos, se está utilizando un algoritmo inventado por un científico informático, Pentti Kanerva, que ha denominado su técnica "memoria dispersa distribuida", para programar robots –todavía de cierto tamaño- para que sean capaces de autogestionarse, independientes de cualquier control central, a millones de kilómetros de cualquier humano. Este tipo de robots permitirán, por ejemplo, que, de forma relativamente barata, se envíen a la luna, con un cohete desechable, miles de estas unidades que –programadas con un sistema de memoria dispersa distribuida- serán capaces de tomar decisiones inteligentes en base a reflejos preprogramados en cada individuo. Son la avanzadilla de su utilización – a nivel molecular- en cualquier ser vivo.
A medida que la nanoproducción consiga sus primeros éxitos, millones de componentes individuales podrán ser programados genéticamente para responder a un número finito de impulsos que –cuando se gestionen en grupo- darán paso a soluciones complejas a problemas que antes no tenían solución.
El algoritmo de Kanerva permite programar equipos y a sus memorias para su comportamiento en grupos basándose en la interrelación de los individuos, sin embargo, con el crecimiento del número de unidades se pierde el control del enjambre que –sin embargo- como si se tratará de un rebaño de ovejas, pueden ser dirigidos con pequeñas presiones en los vértices externos del mismo.
Cada día, cuando dispongamos de millones de nanorobots o moléculas programables, este tipo de algoritmos será más importante para conseguir lo imposible, que millones de seres diminutos –bastante tontos individualmente- lleven a cabo funciones, extraordinariamente inteligentes, para nosotros. La posible lucha contra el envejecimiento y contra el cáncer pasará por estos diminutos guerreros a nuestro servicio.
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